05 de Septiembre, 2012
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Masoneria |
La revolución pendiente |
El 14 de julio se conmemora un aniversario de la Toma de la Bastilla, circunstancia histórica que enmarca el momento en que las denominadas clases populares tomaron la calle para defender un proceso político y social que avizoraba, como pocas veces en la historia, defender derechos inexistentes, y que hasta ameritaría decir, dada la estructura social vigente por aquellos tiempos, que ni siquiera eran asumidos como tales. La revolución francesa provocó, tal vez por primera vez en la historia, un cambio en la conciencia social al plantear que los privilegios no eran para unos pocos sino que tenían que ser proveídos también para quienes nacían en estratos sociales no favorecidos por la riqueza. Valores como la educación, la justicia, la libertad personal- que hoy consideramos como naturales en nuestra conciencia colectiva-, no se encontraban previstos en las circunstancias de aquella época. Tan solo cabe mencionar que uno de los valores regentes y (como) moralmente aceptado en aquella época, se encontraba el de derecho divino; la doctrina sostiene extensamente que el derecho a gobernar de un rey deriva de la voluntad de la deidad del pueblo que gobierna, y no de ninguna autoridad temporal, ni siquiera de la voluntad de sus súbditos, ni de ningún estamento. Elegido por su deidad, un monarca sólo es responsable ante él, y sólo debe responder por sus acciones ante Dios. La doctrina implica que la deposición del rey o la restricción del poder y prerrogativas de la corona son actos contrarios a la voluntad de Dios. Esta doctrina que si bien no está organizada como tal, ya que era suma de ideas agrupadas de manera tal que sostuvieran al absolutismo monárquico, fue sustentada en diversos tiempos históricos para reafirmar la autoridad de faraones, emperadores, reyes, señores feudales e inclusive de diversas castas sociales La realidad de la estructura de poder de entonces era sustentada básicamente por la posibilidad de la fuerza (factor militar), la posibilidad de las creencias vigentes (factor religioso o de fe) y por la posibilidad de la ejecución de la dos anteriores (la autoridad vigente sea rey o emperador o señor feudal) en tanto que el factor finanzas era ámbito alternativoa o conjuntamente desarrollado entre los tres factores anteriores. Básicamente quien nacía en un estrato diferente de los tres anteriores no albergaba la posibilidad de crecer hacia un nivel superior, ya sea por intermedio de la educación ni del trabajo, ya que la educación no era una posibilidad sustentable, no prevista para determinadas clases sociales, y el trabajo era el medio de supervivencia para la microsociedad- no colectivamente organizada- que era la familia. En definitiva, el progreso era un concepto limitado aceptado por las mayorías y estratificado de acuerdo a las condiciones sociales vigentes. La revolución francesa rompió con dichas estructuras, codificando de alguna manera en la conciencia colectiva que otra sociedad era posible. Cómo lo hizo sería tema de otro escrito. En el presente la sociedad ha adoptado ciertos valores como derechos, llámese justicia, educación, movilidad social. Sin embargo, no deja de ser cierto que la queja sobre la aplicación de esos valores al pragmatismo de lo cotidiano es moneda corriente entre todos los que habitamos este planeta. En una visión más globalizada podríamos inclusive decir que en ciertas zonas de este mundo ni siquiera se han aceptado todavía los valores del mundo moderno. Entonces, ¿el movimiento al que hoy nos referimos está completo? Parecería que no, si el mayor objetivo del hombre es su felicidad y colectivamente hay una coincidencia en que dicha meta se logra con educación por ejemplo, porque estamos todavía con niveles de analfabetismo, sin importar la intensidad del índice que lo muestra. Y si también hay hambre, por qué podríamos creer que se lograron las metas previstas allá por 1789? Tal vez en esta fecha pueda conmemorar el comienzo de algo, y si bien el dato histórico determine que finalizó en 1799 con el golpe de estado de Napoleón Bonaparte, tal vez no finalizó y es un proceso continuo que no debemos olvidar que debe girar permanentemente en nuestros objetivos colectivos. La masonería, a no dudarlo, tuvo una preponderancia objetiva sumamente importante en 1789 al crear las condiciones necesarias para iniciarlo. Fue el motor de un movimiento que aun hoy gira en base al conocimiento personal, como primer paso, y su consecuencia obligada, que es la transpolación a la sociedad de ese ánimo de progreso. Las preguntas que en ese perpetuo movimiento nos origina como reflexión para continuar el mecanismo son variadas: - Cuál es la Bastilla moderna? - Cómo se configura hoy el absolutismo, que inclusive se da el lujo de mencionar los valores adquiridos como fundamento de su propia estructura de poder para convencernos de que somos libres sin serlos? - Cuál es el derecho divino de la moneda para discriminar quiénes son los mejores? Hace poco escuché la definición de que el dinero es una serie de papelitos de diferentes colores para que no nos matemos entre nosotros por la comida. Entonces nos resignamos a que todo siga igual? Cual ejemplo de aquella historia deberíamos narrar para encontrar la inspiración necesaria? Volvamos a la historia. Francisco de Miranda participó de la Revolución Francesa así como lo había hecho anteriormente de la norteamericana, y posteriormente lo hizo con la revolución venezolana. Fue el Maestro de la mayoría de los libertadores americanos. El entendió la necesidad de ese perpetuo movimiento y avocó su vida a ello, sin importarle la valoración que se hacía de él ni de las traiciones de las cuales fue objeto, ni siquiera de la envidia que su accionar podría provocar en sus contemporáneos. El Teniente Coronel Miranda ha sido invitado a Francia como encargado de negocios de Rusia, amigo de su majestad la Zarina; todas las puertas le son abiertas. Políticos y comerciantes le agasajan. Pero Paris está en plena revolución. Sus nuevos amigos son: George Danton, Charles Dumouriez, Jerome Pétion de Villanueva, Madame Roland, Bernardino de Saint Pierre, Chamfort y Cambaceres. - Con estas amistades, Miranda rápidamente entra en el mundo político francés. Cree que le ha llegado el momento esperado de pedirle a Francia ayuda militar para lograr la Independencia de América: su único sueño dorado. Pero sus anhelos se esfuman. Los ejércitos Austro-Prusianos están cruzando las fronteras tratando de invadir a Francia en defensa del Rey Luís XVI. Ya las Masas Triunfantes de estos ejércitos están entrando en las Tullerías. El Rey y la Reina se hacen pasar por Monsieur y Madame Korff y huyen furtivamente. Pero en la frontera de Bélgica, los están esperando los campesinos quienes los instan a volver a París. Miranda está en apuros. Piensa en salir cuanto antes del país, pero las fronteras con Londres han sido cerradas. Así es cómo Miranda acepta la oferta que le han hecho sus amigos, de incorporarse al ejército francés. Y sin pensarlo más accede a esta petición. En una ceremonia rápida lo nombran con el grado de Mariscal de Campo y a cambio de este servicio, sus amigos le prometen darle la cooperación en la Independencia de América, una vez que estén vencidas las dificultades por las que atraviesa Francia.
Miranda, al tomar esta decisión, resigna la protección tan valiosa que le había prestado la Zarina de Rusia. Conoce a un jefe de la revolución un Girondino muy importante en el movimiento revolucionario de nombre Brissot al que le confía sus planes de ayudar a Francia, para que después Francia le ayude a él a liberar a la Gran Colombia. Al Girondino Brissot le gusta la idea, pero antes es preciso que la revolución francesa triunfe para invadir España y proclamar allí una República francesa, para después conformarla en América. La guerra de la revolución avanza.
El día 25 de Febrero de 1.793, Miranda ataca a Mastritah y, pronto la ciudad está dominada. El día 18 de Marzo, en una feroz batalla en contra de los austriacos, Miranda se equivoca en una estrategia que hace que se pierda la batalla, siendo hecho prisionero la mayor parte de su ejército. Dumouriez acusa a Miranda de ser culpable de esta derrota, por motivos ajenos a la realidad, puesto que la amistad entre ambos generales, estaba resquebrajada, porque el francés Dumouriez le había propuesto al caraqueño invadir Paris para restaurar a la Monarquía del Rey Luís XVI, traicionando así la revolución y a Napoleón Bonaparte. Miranda se niega rotundamente, manteniéndose siempre al lado de las ideas republicanas. Es este el motivo por el cual al ser acusado por Dumouriez de traidor a la causa revolucionaria, es enjuiciado, reducido a prisión, y le es allanado su apartamento y confiscados todos sus bienes, siendo puesto a las órdenes de Maximiliano Robespierre, miembro principal del Comité de Salud Pública.
La orden de pasar a Miranda por la guillotina estaba dada. Pero un amigo Jacobino llamado Fouquier Tinville, hizo aplazar la orden varias veces, hasta que Robespierre fijó la fecha el día 30 de Julio de 1794. Francisco de Miranda sería conducido a la plaza la Concordia y guillotinado... Pero tres días antes los moderados girondinos se sublevaron y, en un prematuro juicio, ajusticiaron a Robespierre y a todos sus cómplices, autores de sembrar el terror en Francia. Y Francisco de Miranda se salvó de morir en la guillotina milagrosamente. Por sus servicios como Mariscal de Francia, su nombre fue grabado en el Arco de Triunfo de París construido durante el Primer Imperio de Napoleón I.
Lo importante de esta historia es el convencimiento que tenía Francisco de Miranda de que para lograr las metas de la revolución debió abandonar la comodidad de la protección de la Zarina , y su convencimiento de que no se podía permitir lograr sus metas por cualquier medio, cuando fue enjuiciado por no ayudar a restaurar la monarquía , lo que le hubiera valido otra posición de privilegio para lograr sus metas. Vale decir, se negó a ser un timorato de las viejas estructuras de poder para intentar cambiar esta sociedad aún abandonando los privilegios que podría haber disfrutado.
Convencimiento, honestidad, perseverancia son valores individuales que nacen de uno mismo y que en muchas ocasiones solo hacen falta desarrollar para lograr los valores sociales de libertad, igualdad y fraternidad, para lograr que la rueda siga girando hacia el progreso, para que dichos valores no solo sean enunciados que se vuelven en contra nuestro cuando los dejamos de lado, en aras muchas veces de la comodidad de nuestro standard de vida o de apetencias personales.
La revolución francesa fue un comienzo exitoso pero que no culminó en la Toma de la Bastilla; sigue aun hoy vigente en la búsqueda de nuestro bienestar espiritual, en la paz de que intentamos hacer algo por la sociedad más allá de la queja o de la elucubración intelectual, porque si no desarrollamos los valores sociales que priorizamos y que a veces, dada su escases de aplicación en el mundo moderno, la Toma de la Bastilla en su perspectiva histórica solo habría sido eso: una queja.
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publicado por
cristiandv a las 23:23 · Sin comentarios
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